La Unicidad de Dios en la Historia de la Iglesia Parte III
1. ÉPOCA APOSTÓLICA (30 d.c a 100 d.c):
- Se denomina así al periodo comprendido entre Pentecostés (30 d.C.) y la muerte del último apóstol de Cristo, Juan hijo de Zebedeo (100 d.C.).
Históricamente, a la Iglesia en esta época se le llama “primitiva”
En las epístolas se hace referencia a ella como “la Iglesia”, en el sentido de su identidad con Cristo más no como una organización,
Por eso es que no se refiere a ella con ningún otro apelativo, exceptuando el lugar donde la congregación se encontraba establecida. En obediencia al mandato de Jesús, los apóstoles y seguidores centran su actividad evangelística en Jerusalén, donde se destacan Jacobo, Pedro y Juan como líderes.
Época Apostólica |
Luego de la destrucción del templo y la persecución, los líderes de la iglesia se trasladan a Antioquía de Pisidia (Asia Menor). La persecución permite que la iglesia se expanda y trae como consecuencia una marcada influencia de la cultura helenística (griega).
En el periodo apostólico y a medida que la iglesia se va expandiendo estos van encargando a ancianos para el gobierno local de la iglesia, a los que se les llamaba ancianos y obispos. Esto lo hacían en pro de mantener la unidad del cuerpo en la doctrina y la fe.
La doctrina acerca de la unicidad de Dios en esta época se fundamenta inicialmente en las Escrituras del Antiguo Testamento y en las enseñanzas de Cristo (consignadas en los Evangelios). Es por esta razón que en la iglesia primitiva se mantiene la misma línea monoteísta y cristológica del Antiguo Testamento. El Señor Jesús le da fuerza a la misma, al ratificar la Shemá como el primer mandamiento:
“Oye Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es”
A medida que la iglesia crece, los apóstoles escriben a las nacientes congragaciones y a algunos de sus discípulos unas cartas (epístolas), con el fin de fortalecer su fe y solucionar algunos problemas que se iban presentando en las iglesias. En estas cartas los apóstoles enseñan enfáticamente que Jesús es el mismo Dios del Antiguo Testamento, quien se manifestó en carne.
Es así como la iglesia seguía creyendo y predicando la verdad expuesta en el Antiguo Testamento, la creencia en un Dios único e indivisible; además expresaban que en Jesús habita corporalmente la plenitud de la divinidad.
La iglesia primitiva se caracterizó por una fuerte tradición judía,
Por lo que desarrolló una cristología del nombre que buscaba expresar no sólo la humanidad de Cristo sino también la naturaleza de la presencia divina en él, usando expresiones propias de su tradición; pues la idea de la habitación de Dios en Cristo es la más adecuada para expresar su manifestación en carne.
En ningún momento los apóstoles tuvieron problemas con los términos Padre, Hijo y Espíritu Santo, pues eran entendidos por ellos como manifestaciones, modos, oficios, o relaciones que el único Dios ha demostrado al hombre, y que la única “persona” existente en relación con la Deidad es Jesucristo Hombre. No se conoce en este período enseñanzas impartidas por los apóstoles acerca de una pluralidad de personas en la Divinidad, ni de una trinidad en Dios.
La Enciclopedia Británica, dice al respecto:
Ni la palabra trinidad ni la doctrina explícita aparecen en el Nuevo Testamento, tampoco Jesús y sus seguidores tuvieron la intención de contradecir el Shemá del Antiguo Testamento: «Oye Israel: El Señor nuestro Dios, el Señor uno es…»
Otra característica importante de esta época en la iglesia era:
La de realizar los bautismos de los nuevos conversos invocando el Nombre de Jesús.
Hasta aquí vale destacar que el monoteísmo puro, base y pilar del judaísmo, fue mantenido en la iglesia primitiva (30-100 d.C.), ya que las enseñanzas de Jesús y consecuentemente de sus discípulos, estaban en total armonía con él.
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