Proclamar el evangelio de Jesucristo y sus verdades bíblicas, la orientación
espiritual de los miembros feligreses, el
bautismo de los convertidos, la orientación de los matrimonios y la celebración de la cena del Señor; el ejercicio
y administración de los dones espirituales relacionados con la salvación del
alma; así como la realización de actos y operaciones tendientes a lograr estos
fines religiosos.
Establecer la obra
sobre una base eficiente en enseñanza, conducta y métodos bíblicos. Procurar una relación
fraternal en la comunión de los que profesan la misma fe y atraer a los de fe
semejante. Animar y promover una
mayor evangelización del mundo, especialmente en territorios no evangelizados.
Cuidar las iglesias
que ya existen, enseñando y predicando la doctrina de Cristo, siguiendo las
prácticas de la iglesia del Señor, registradas en los Hechos de los Apóstoles. Desarrollar líderes
nacionales o extranjeros con radiación permanente en el país, que puedan tomar
responsabilidades en la dirección de la iglesia.
Desarrollar todos aquellos fines sociales de carácter educativo, tales como la
fundación de institutos bíblicos, colegios y establecimientos de educación
superior, de tipo caritativo y filantrópico.
- Por cuanto es la
voluntad de Dios sacar del mundo un pueblo salvo para la Gloria de su Nombre,
pueblo que constituye la iglesia de Jesucristo, la cual debe estar edificada
sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del
ángulo Jesucristo mismo. (Ef. 2.20; 1 Co. 3.11).
- Por cuanto se hace
necesaria la permanente comunión entre los miembros de la iglesia; impartir
consejos y ser instruidos en la Palabra de Dios para la obra del ministerio, y
para el ejercicio de los oficios espirituales provistos en la Santa Biblia.
- Por cuanto esta
comunión establecida por Dios es sostenida por el Espíritu Santo, y Él es quien
pone en su iglesia: evangelistas, pastores, misioneros, maestros, etc.
Nos reconocemos
miembros del cuerpo de Jesucristo, y por lo tanto hermanos en la fe, todos los
que profesamos los mandamientos establecidos por el Espíritu Santo en le libro
de los Hechos de los Apóstoles, capítulos dos, versos treinta y ocho y treinta
y nueve:
“Pedro les dijo:
Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para
perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.
Porque para vosotros
es la promesa, y para vuestros hijos y para todos los que están lejos; para
cuantos el Señor nuestro Dios llamare.” (Hch. 2.38-39).