A fines de la primavera del año 30 d.C., cincuenta días después de
la resurrección de nuestro Señor Jesucristo, en el día de Pentecostés, mientras
los discípulos estaban congregados en oración y alabando a Dios (Hch. 2.2-4). La
gente, al oír el estruendo se congregó, y estaban todos maravillados. Pedro en
su explicación afirmó.
“...esto es lo dicho por el profeta Joel”. (v. 16).
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Y continuó diciendo:
“Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros
hijos, y para todo los que están lejos, para cuantos el Señor nuestro Dios
llamare.” (Hch. 2.39).
Aproximadamente treinta años más tarde, el apóstol Judas, notando
que muchos se apartaban de la fe, les instaba a que:
“...contendáis ardientemente por la fe que ha
sido una vez dada a los santos.” (Jud. 3).
1. PREÁMBULO HISTÓRICO:
Durante los siglos siguientes, solo pocas personas recibieron esta
maravillosa experiencia del bautismo del Espíritu Santo. En realidad fue un
tiempo no muy claro. (Zc. 14.6). Lo cierto es que, en diferentes períodos,
seguidores de la doctrina y fe apostólicas llegaron a ser prominentes debido a
grandes avivamientos que surgieron en Gran Bretaña, Estados Unidos de América y
Canadá.
A lo largo de épocas como la de Tertuliano (207 d.C.), Crisóstomo
(s. IV), hasta el s. XVIII, los cuáqueros, y en los días de Wesley, Whitefield,
e Irving, operaron en la iglesia los dones y manifestaciones del Espíritu
Santo. La evidencia del avivamiento del Espíritu estaba empezando a barrer por
todas partes.
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Charles Parham |
Durante los últimos días del año 1900, un grupo de estudiantes y ministros del
colegio bíblico “Escuela del Evangelio Betel”, dirigido por Charles Parham, en
Topeka, Kansas, sedientos de un despertar espiritual, convocaron ayuno, orando
con toda sinceridad por una gran manifestación del Espíritu de Dios. Para su sorpresa,
en la madrugada del primero de enero de 1901, Agnes N. Ozman recibió el
Espíritu Santo. A los pocos días, sus compañeros también fueron llenos.
Los congregados hablaron en otras lenguas según el Espíritu les
daba que hablasen, tal como sucedió en el día de Pentecostés, en el año 30 d.C.
Un gran avivamiento comenzó inmediatamente. La chispa corrió por los lugares
cercanos, entre ellos Galena, Kansas. En el otoño de 1903, se inició un
avivamiento en esa ciudad.
Pronto alcanzó el estado de Texas, y de allí hacia el Oeste, hasta
llegar a Los Ángeles, California, donde en 1906, fue centralizado en un viejo
edificio de la calle Azusa, con el nombre de “Misión Apostólica”, a cargo de W.
J. Seymour.
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William Seymour |
Evangelistas y ministros de todas las regiones de Estados Unidos y
Canadá, visitaron este lugar de Los Ángeles. Los misioneros regresaron de sus
campos de labor para aprender acerca de esta nueva experiencia. Muchos de los que
vinieron, pronto fueron llenos del Espíritu Santo. Desde aquí se extendió a través
de toda la tierra, penetrando las tinieblas paganas de India, África, China, y las
Islas de Oceanía, cumpliendo así con la gran comisión del Señor:
“Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura…”
(Mr. 16.15).
Con la venida del Espíritu Santo, la Palabra del Señor cobró vida.
Grandes verdades que estuvieron ocultas por muchos años, llegaron a ser
entendidas con claridad.
En 1914 llegó la revelación del Nombre del Señor Jesús. La base principal de la
doctrina apostólica es la absoluta verdad de la Deidad de Jesucristo y el
bautismo en su Nombre.